Tira una moneda a cara o cruz. Si sale cara te doy 10.000 euros y si sale cruz te llevas 0. Pero y si te digo que te doy 5.000 sin mirar qué nos ha deparado el azar, ¿mirarías o te quedas con los 5.000 euros?
Te propongo otro juego. Ahora la certeza inicial es que tienes que darme 5000 y la única manera de evitarlo es que salga cara si tiro la moneda. Eso si, si sale cruz, me tienes que dar 10.000. ¿Qué elijes ahora?
Si eres de los que no jugó la primera vez, pero sí la segunda, coincides con el 80% de la población y te has dejado influir por lo que Kahneman y Tversky llamaron Sesgo de la Aversión a las Pérdidas. Para la mayor parte de las personas el dolor sufrido por una perdida es 2,5 veces mayor que el placer generado por una ganancia similar
Esto hace que en nuestras inversiones a largo tendamos a dejar el dinero muerto en cuentas a la vista o contratar productos de bajo riesgo como depósitos, y que nos cueste contratar fondos de inversión o planes de pensiones, que nos pueden dar una mayor rentabilidad aunque no exenta de riesgo.
Este sesgo también hace que nos resistamos a reconocer pérdidas y mantengamos inversiones con malas perspectivas por aquello del “Mientras no vendo no pierdo”. Incluso algunas personas son capaces de tomar riesgos que en otra situación considerarían inaceptables, con tal de recuperar una inversión fallida.
¿O no es eso lo que hacemos cuando intentamos promediar?
Si quieres evitar este sesgo, debes hacer que tu sistema racional tome los mandos y basa tus decisiones en datos de mercado y expectativas racionales, no en decisiones emocionales.