Piensa en un día cualquiera desde que te levantas. Te preparas, inicias tu jornada de trabajo, hablas con un cliente, haces la daily de equipo, das pautas a un colaborador… El día sigue y al final de la jornada, si miras atrás, verás que el 40% de tus comportamientos tienen algo en común, son automáticos, no tienes que pensar en ellos ni tomar ninguna decisión. Sin embargo, determinan en buena medida tu éxito o fracaso profesional.
Son lo que llamamos hábitos. Nacen como elección y se convierten en patrones automáticos de conducta. Es el gran recurso de nuestro cerebro para ampliar nuestra capacidad, ahorrando energía para poder dedicarla a otras cosas. Sin ellos nuestro cerebro sencillamente dejaría de funcionar.
Los hábitos son un factor determinante del alto rendimiento en cualquier disciplina. Cuando analizamos un rendimiento excepcional no encontramos grandes momentos definitorios que aparecen aisladamente, sino un conjunto de pequeñas mejoras generadas por hábitos cotidianos. Pequeñas mejoras del 1% durante un año nos harán 37 veces mejores al final del período, por eso, se dice que los hábitos son el interés compuesto de la mejora personal.
Además, tienen la particularidad de que el proceso de formación de un hábito requiere esfuerzo en su fase inicial y no producen resultado hasta que superan un umbral de actividad. Un hábito sólo se consolida cuando su recompensa supera el esfuerzo que requieren por lo que muchos buenos hábitos mueren en la orilla.
Estos dos rasgos hacen tan difícil el entramiento en hábitos. Eso y que hasta ahora no conocíamos cómo funcionaban, pero las cosas han cambiado.
La neurociencia avanza a pasos de gigante y desde hace años presta mucha atención a los hábitos. Está poniéndonos delante de nuestros ojos los circuitos neurológicos que forman nuestra malla de hábitos y la divulgación científica de autores como James Clear o Charles Duhigg nos ayuda a entender cómo podemos gestionar nuestro sistema de hábitos, ya se trate de tu nutrición, ejercicio físico, tus relaciones personales o profesionales, o tu estilo de liderazgo, porque de todo se puede hacer hábito.
Los hábitos, bien lo sabemos, son un arma de doble filo. ¿Por qué es tan fácil desarrollar malos hábitos y tan difícil desarrollar nuevos hábitos? Básicamente, nos dice James Clear, porque lo hacemos mal. Resumiendo mucho, en las líneas de este artículo vamos a hablar de tres cosas que necesitamos hacer para empezar a entrenar nuestros hábitos:
- El cambio duradero empieza en nuestra mente y de ahí trabajamos el proceso. No pongas el resultado esperado por delante. Nos dice James Clear que hay tres niveles de profundidad para trabajar los hábitos: los resultados (qué conseguimos), los procesos (qué hacemos) y nuestra mente (en qué creemos). Es habitual querer hacer algo para conseguir un resultado y a partir de ahí iniciar un proceso de trabajo, pero los hábitos arraigan mejor desde la nueva conciencia de quién quieres llegar a ser en tu dominio de actuación. Céntrate en quién quieres ser antes de qué quieres conseguir. En el proceso medirás mucho tu progreso y tendrás un objetivo final, pero todo empieza en tu mente.
- Toma conciencia del circuito completo del hábito. Los hábitos se generan en un circuito neurológico donde hay siempre un activador, una respuesta y una recompensa. El activador pone el cerebro en pauta automática y le señala el hábito. La respuesta puede ser física, mental o emocional y la recompensa refuerza la capacidad del cerebro de traer el hábito. La creación de hábitos puede ser automática o diseñada, es decir, dirigida por ti mismo trabajando estos 3 elementos.
- Dirige tu propio aprendizaje y acompáñate de otras personas que te apoyen. En el sistema más completo consideramos 3 niveles de “entrenadores”: El entrenador interno, tú mismo dirigiendo tu propio aprendizaje. El entrenador externo, que puede ser un líder coach, pares, trainers… personas que en distintos momentos toman interés en ayudarnos en la adquisición de hábitos. El contexto es el “tercer entrenador” ya que tiene una importancia decisiva para elevarnos o bajarnos. Cuando estamos implicados en una mejora, es importante que nuestro compromiso se manifieste a otras personas y que haya un conjunto de señales del ambiente que nos sean propicias.
Ahora vuelve a pensar en tu día que termina, identifica cómo están funcionando tus hábitos, cuáles te ayudan y cuáles no, cómo puedes diseñar nuevos hábitos o reemplazar unos por otros. Trabajar en ellos nos introduce en un mundo fascinante que nos permite elegir en qué tipo de profesional queremos convertirnos.
Los hábitos no son tu destino, sino que tú puedes construirlos.