El otro día tuve la oportunidad de formar en finanzas a unos pequeños empresarios, franquiciados de uno de nuestros más apreciados clientes.
Uno de los temas del curso era cómo valorar una empresa. Esto les interesaba porque alguno de ellos tenía ya una cierta edad, así que hablamos de los diferentes métodos de valoración de inversiones, de cómo se realiza un proceso de valoración, e incluso vimos algunos múltiplos del EBITDA aplicables a su sector que les permitió hacerse una idea de cuál era el precio al que razonablemente podrían vender su empresa.
Pero sobre todo, hablamos de los aspectos cualitativos, que son los que más tienen que ver con el valor de una pequeña empresa y que, a menudo, son los que más descuidamos ya que son los que de verdad hacen que una pequeña empresa pueda tener un valor para un eventual inversor.
1. Hazte fácilmente sustituible. Por motivos evidentes, a partir de una determinada edad, muchos empleados por cuenta ajena tratan de ser “insustituibles” en su empresa. Un empresario que quiere que su empresa tenga valor para un inversor debe conseguir exactamente lo contrario, es decir, nuestra empresa valdrá más cuanto más fácilmente seamos de sustituir. Un empresario que trata de controlar personalmente todos los clientes o que toma todas las decisiones sobre su negocio solo va a generar que su empresa no tenga ningún valor fuera de sus propias manos.
2. Empodera a tus empleados clave. Esto está íntimamente relacionado con lo anterior. Si quiero que mi empresa tenga valor, deberá ser capaz de funcionar sin mí. Eso significa que cuando yo me retire tendrá que haber empleados que dirijan la empresa igual o mejor de lo que yo la he dirigido, por lo que es fundamental que seamos capaces de identificar el talento y que permitamos a nuestros mejores empleados tomar sus propias decisiones sobre el negocio y, si queremos vincularlos, deberíamos establecer incentivos a largo plazo, como bonus diferidos o incluso darles la posibilidad de entrar en el capital de la empresa.
3. Separa tu retribución como profesional de tu retribución como inversor. A menudo, el empresario percibe su retribución de una forma global, atendiendo su forma de cobro a criterios más fiscales que empresariales. Con independencia de esto, es importante que sepamos que parte de lo que cobramos lo estamos haciendo porque trabajamos en la empresa y que parte de lo que cobramos es la retribución de nuestro capital. Para ello, lo mejor es ponernos un sueldo de mercado y, de esta forma, incluso podríamos jubilarnos y seguir cobrando una retribución vía dividendo y destinar lo que era nuestro sueldo para contratar a alguien que haga nuestro trabajo.
4. Protege a tu empresa de tu familia. Es cierto que hay empresas familiares que son un caso de éxito de gestión, pero me atrevería a decir que son más las que se ven perjudicadas por las dinámicas familiares, especialmente en empresas de pequeña dimensión en las que el capital humano es determinante. Desafortunadamente, el talento no es hereditario, por ello, quizá la mejor forma de proteger a nuestra familia sea dotar a nuestra de empresa de un equipo directivo capaz de generar valor para el accionista. Empeñarnos en que nuestros hijos sigan nuestros pasos a toda costa no solo perjudicará a nuestra empresa, sino que puede poner a nuestra familia en una situación comprometida en el futuro.
5. Mantén una contabilidad limpia y fácil de entender. Una de las cosas que pasará cuando quieras vender tu empresa es que tendrás que explicar muy bien su contabilidad, por eso, cuanto más claras y sencillas sean las cuentas, y cuanto menos hayas mezclado tu patrimonio empresarial y familiar, más fácil será vender tu empresa y más valor tendrá. Si piensas vender tu empresa a medio plazo, es muy recomendable auditarla, aunque no cumplas los requisitos para que hacerlo sea obligatorio.
6. Dótate de un buen pacto de socios. Si eres el único socio, no lo necesitarás, pero si sois varios socios, para que una sociedad pueda venderse, requerirá de la unanimidad de todos, a menos que tengas un buen pacto de socios que incluya las famosas cláusulas “Drag Along” (derecho de arrastre) y “Tag Along” (derecho de acompañamiento).
7. No tengas necesidad de vender. Lo más importante, si quieres conseguir un buen valor por tu empresa, no tengas necesidad de vender. Si tu empresa depende de ti, tienes 65 años y estás deseando jubilarte, su precio será próximo a cero. Por el contrario, si has ido poco a poco delegando responsabilidades y eres totalmente prescindible, siempre tendrás una alternativa a la venta, que es quedarte como socio capitalista cobrando un dividendo hasta que aparezca una buena oferta.
Así que ya sabes, si eres empresario y te quedan menos de quince años para tu jubilación, tienes que empezar a hacer cosas, de lo contrario, tu empresa no valdrá nada y morirá cuando te jubiles.
Y es una pena, porque si has estado cotizando como autónomo 30 años, quizá la pensión que te quede no sea muy atractiva y un buen valor final de tu empresa te puede hacer ver la jubilación de otro color.