Las personas nos enfrentamos a la toma de decisiones financieras que afectan a nuestro bolsillo respondiendo a estímulos inmediatos sin pensar más allá. Me gustaría contarte un caso que me ocurrió el otro día.
Estaba en una reunión y un amigo comentó que había empezado a correr. Se encontraba tan bien que se había puesto el objetivo de correr la próxima media maratón. Se sentía imparable. Tras escucharlo, otro amigo común le planteo distintas opciones para la compra de sus próximas zapatillas deportivas. Le recomendó unas que cubrían todas sus necesidades y que casualmente eran las más caras que tenía disponibles en su tienda. En la cara de satisfacción de mi amigo “el runner”, se podía ver que su cerebro estaba funcionando a 100 por hora. Todo cuadraba. Si uno va a ser el nuevo Fermín Cacho, ¿por qué no va a tomar la decisión financiera de pagar un poco más de lo que tenía previsto? En ese momento, sacó el móvil, se registró en la página obteniendo adicionalmente un descuento y compró esas fantásticas zapatillas deportivas.
Acto seguido, me vinieron a la memoria unas cuantas caras de personas que empezaron igual y ya sea por falta tiempo, por las condiciones meteorológicas adversas, o porque tienen otros compromisos, ya no salen a entrenar tanto como se habían propuesto. Eso sí, las zapatillas se las compraron o incluso, alguno, está pagando al entrenador personal al que está evitando una y otra vez.
Seguro que esta situación te ha resultado familiar y podrías poner otros muchos ejemplos de toma de decisiones financieras similares como apuntarse a un gimnasio, contratar tarifas de las compañías de operadores telefónicas con servicios de canales que nunca has visto ni veras, etc.
¿Qué se nos pasa por la cabeza en la toma de decisiones financieras?
Las personas cada día tomamos decisiones que afectan a nuestro bolsillo respondiendo a estímulos inmediatos sin pensar más allá. Es lo que Daniel Kahneman, unos de los principales referentes por sus teorías de la economía del comportamiento, llama en su libro “Thinking: Fast and Low” (Pensar rápido, pensar despacio”), pensamiento rápido (Sistema 1) que se contrapone al pensamiento lento (sistema 2).
El sistema 1, el rápido, opera de manera automática con poco o ningún consumo de energía. Piensa en lo poco que consume para calcular 2+2. En cambio, el sistema 2 toma decisiones después de haber analizado ventajas e inconvenientes de las distintas opciones o para, por ejemplo, realizar cálculos más complejos como la multiplicación 23 * 49. Estas actividades mentales demandan esfuerzo como ocurre en la toma de decisiones financieras en las que prima la falta de motivación para dedicar tiempo y el esfuerzo para informarse debidamente.
Se confirma, pensar cansa
El consenso general dice que el cerebro consume un 20% total de todas las calorías diarias que necesitamos. Por esto, el ahorro energético es básico para el funcionamiento cerebral.
Los dos sistemas de pensamiento siempre están activos e interaccionan. El rápido hace propuestas al lento en forma de impresiones, intuiciones, preferencias y sensaciones. Si cuentan con la aprobación del sistema 2, que hasta ese momento se encontraba en modo de “stand by”, se convierten en creencias y los impulsos en acciones voluntarias.
“Las personas buscamos hasta que tenemos la información que confirma lo que hemos hecho. De hecho, hay evidencias neuro físicas que demuestran que cuando decidimos hacer algo, la acción se inicia antes de que la corteza frontal, que es donde residiría por así decirlo, la capacidad de tomar la decisión se active. Por lo que el pensamiento racional no es instintivo, tenemos que obligarnos”. Ramon Nogueras, Psicólogo sanitario.
¿Cómo afecta el sesgo conductual en la toma de decisiones financieras?
Pero esta eficiencia no está exenta de riesgos ya que como escribe Kanheman, este esfuerzo es un coste por lo que el cerebro tenderá a buscar la solución menos exigente, un atajo. Ese atajo se conoce como sesgo conductual y afecta especialmente a la toma de decisiones financieras.
Nos apoyaremos en unos ejemplos para entenderlo mejor. Tienes que elegir entre dos restaurantes para comer o cenar: uno “A” que está medio vació y el otro “B” que está casi lleno, ¿en cuál crees que entrarías? Seguro que has elegido el “B”. La decisión la ha tomado el sistema 1 influido por el sesgo de prueba social, más conocido como efecto rebaño. ¿cómo se va a equivocar tanta gente? piensa tu cerebro. En la toma de decisiones financieras ocurre cuando se decide invertir en un fondo solo porque tiene alto número de partícipes.
Veamos otro ejemplo, ¿alguna vez has dicho eso de si no vendo, no pierdo? Si es así, lamento decirte que tu decisión estaba siendo tomada bajo el sesgo que impacta en más del 80% de los ahorradores, el sesgo de aversión a la pérdida. Sentimos 2,5 veces más una pérdida que una ganancia de la misma magnitud. Unido a la aversión al arrepentimiento, podría explicar por qué algunos ahorradores prefieren invertir en productos “seguros” que logran poca o ninguna rentabilidad por el miedo a posibles pérdidas y a su posterior arrepentimiento. Y una vez que “está invertido” puede suceder, que, con tal de no incurrir en pérdidas, mantenga la inversión con mínimas perspectivas de recuperación y acabe perdiendo todo lo invertido, que es lo que se conoce como la falacia del coste hundido.
La mezcla de reacciones instintivas y economía energética se encuentra en los sesgos, atajos mentales, que llevan a las personas a adoptar decisiones que no siempre son correctas.
Otros sesgos que nos afectan
Según mi experiencia, otros sesgos que podrían impactar negativamente en tu próxima toma de decisiones financieras son:
- el exceso de confianza, que te puede hacer víctima de la “tendencia al optimismo y la proyección del presente”. Como dijo Weinstein en 1980 “Según la sabiduría popular, tendemos a pensar que no nos va a pasar nada. Esperamos que las desgracias les ocurran a los demás y no a nosotros”;
- el sesgo de disponibilidad que te lleva a evaluar las posibilidades de algo en función de la que facilidad nos vienen a la mente ejemplos sobre ello. En las decisiones de inversión ocurre cuando decides invertir en acciones con buena evolución reciente o incluso porque has tenido experiencias propias en con instrumentos financieros similares;
- Otro sesgo es el de afinidad que te puede llevar a invertir excesivamente en algunos fondos o activos por solo porque has oido que el gestor del fondo es bueno o a comprar en acciones solo porque son de una empresa con tu misma nacionalidad;
- Por último y muy ligado al sesgo de aversión a la pérdida, el sesgo del anclaje que entra en escena si la única información en la que anclas tus decisiones es el valor de compra de un valor o fondo de inversión.
Conocer los sesgos nos hace libres en la toma de decisiones de inversión.
Para que tu toma de decisiones financieras esté libre de las ataduras de los sesgos, la mejor opción es poner al sistema 2 al timón de tus decisiones. Dar el control al sistema 2 implica emplear un enfoque “data-driven”. Así, las decisiones se basarán en datos tras un proceso de “recolección”, análisis e interpretación.
Un enfoque data-driven te permite examinar y organizar los datos disponibles con el fin de generar alternativas para atender mejor a tus decisiones de inversión
Otras técnicas son aprender a manejar tus emociones a corto plazo, como dice Ramón Nogueras “Plantearte una decisión que debes tomar tú como si la tuviese que tomar un amigo, y preguntarte entonces qué es lo que le aconsejarías a este amigo. Pensar en las consecuencias a corto y medio plazo para disminuir la ansiedad”, atemperar el optimismo pensando lo contrario mediante la articulación de una serie de razones por las que la decisión inicial podrías estar equivocada o estandarizar el proceso de decisión con listas de comprobación como hace en aviación antes de despegar. Listas muy personales basadas, como indica la guía del Psicología económica para inversores publicada por la CNMv, en los errores cometidos en el pasado. Y si te da pereza, recurre a las clásicas preguntas: en qué, porqué, cómo, cuanto, cuando y por cuanto tiempo se quiere invertir.
En conclusión, hacer visibles los sesgos que cometemos en la toma de decisiones financieras nos ayuda a evitar los errores comunes que afectan negativamente a la rentabilidad de nuestras inversiones. ¿Quieres saber más sobre behavioural economics? Ponte en contacto con Moebius Consulting.