¿Porqué ya no tiene sentido hacer un plan estratégico? Lo cierto es que este plan es una especie de cuaderno de bitácora de una empresa que ayuda a definir a dónde quiere llegar a futuro y cómo hacerlo. Somos muchos los que hemos sido formados en su importancia y su línea de pensamiento predictiva y hemos utilizado las matrices de Ansoff, Mckinsey, BGC, ADL,etc. Tener un plan estratégico bien definido aporta foco en la toma de decisiones, alinea a los equipos y sobre todo da mucha seguridad.
Las tres falacias de la planificación estratégica
Aunque ya desde hace décadas la idea de que un equipo de estrategas sea capaz de plasmar en acciones concretas toda la estrategia de una compañía a largo plazo, contaba con detractores, como por ejemplo Henry Mintzberg. En su libro Auge y caída de la planificación estratégica (1994), Mintzberg escribió sobre las tres falacias de la planificación estratégica.
- La falacia de la predicción: el entorno futuro no puede predecirse, ya que es imposible predecir el comportamiento de los competidores.
- La falacia de la independencia: la formulación de la estrategia no puede separarse del proceso de dirección. Ningún departamento de estrategia, ni los propios top managers tienen toda la información necesaria. De hecho, tienen más bien poca.
- La falacia de la formalización: los procedimientos formales de planificación estratégica son insuficientes para hacer frente a los cambios constantes del entorno.
Si esto ya era así hace cuarto de siglo, imaginad ahora en el mundo líquido disrumpido por la digitalización. Es prácticamente imposible predecir nada, nos sólo por los competidores, sino porque el comportamiento de los clientes es más cambiante que nunca y porque no se puede prever el impacto de las cada vez más frecuentes revoluciones tecnológicas. Además, la información más valiosa ya no la tienen solo unas pocas personas, la tienen muchas personas de la organización y ni siquiera estos, la tienen los datos.
¿Merece la pena desarrollar planes estratégicos en una era BANI?
Sorprendentemente, muchos directivos/as y mandos intermedios educados en los modelos de planificación estratégica siguen obcecados en predecir el futuro y darle un cierto orden a sus decisiones a medio plazo.
Es normal, porque el mundo VUCA ha destruido el concepto de predictibilidad en los mercados y los managers estábamos entrenados para descifrarlo, amén de nuestra visión estratégica y necesidad tomar decisiones para orientar a los equipos y conseguir resultados. Esa manera de pensar está tan imbricada en lo que somos, que disociarla de lo que hacemos es casi imposible.
Puede que: porque la ansiedad de este mundo indescifrable haga más importante que nunca tener certezas, o quizás porque muchos líderes visionarios piensan que es donde reside su aportación de valor.
Agile es la respuesta
La planificación estratégica es un ejercicio fútil en un entorno que no se puede predecir, lo que necesitamos es la estratégica empírica. Es decir, probar continuamente y decidir desde la experiencia. Eso es agile. Además, el hecho de trabajar en un mundo líquido no quiere decir que no podamos tener un cierto grado de seguridad y control. Agile nos da eso precisamente:
- Tenemos un foco claro: el cliente. Agile nos permite tomar decisiones basadas en el feedback que nos dan los clientes y estructura todo el trabajo de los equipos en torno a sus necesidades en ciclos muy cortos. Estas pueden cambiar en cualquier momento, pero sé que las vamos a escuchar y adaptarnos a ellas con eficacia.
- Los equipos están enfocados y son productivos. Agile se basa en la autoregulación de los propios equipos que tienen objetivos de creación de valor muy claros y exigentes. Tienen además una sistemática de ceremonias que aseguran la coordinación y todo lo que hacen es transparente. Ningún supervisor te va a dar más control y foco en la productividad que los propios compañeros.
- La innovación está más viva que nunca. Ya no más thinkers y doers. En agile todos pensamos en cómo hacer las cosas mejor para nuestros clientes.
Todo lo anterior, me da seguridad. La línea recta ha muerto y con ella una manera de trabajar de otra época. Pero tenemos otra manera de trabajar que nos ofrece lo que esta nos daba y mucho más. En el fondo no es tan difícil de hacer una vez hemos superado nuestros propios anclajes en los modelos de gestión del pasado.